La app de citas más popular del mundo activó un nuevo filtro exclusivo para cuentas premium que permite elegir matches según la estatura. La función, que generó entusiasmo en algunos sectores, también reavivó un intenso debate sobre los estándares físicos y la exclusión en el amor digital.
Tinder volvió a estar en el centro de la conversación pública, esta vez no por un escándalo, sino por una decisión de producto. Desde hace unos días, los usuarios Gold y Platinum pueden aplicar un nuevo filtro de altura para definir a quién quieren ver en su pantalla. Lo que para algunos es una mejora largamente esperada, para otros representa una forma encubierta de discriminación.
La empresa detrás de la app justificó la novedad señalando que responde a un pedido frecuente, sobre todo de mujeres que manifestaban su deseo de establecer una altura mínima para sus posibles matches. Sin embargo, el entusiasmo inicial dio paso rápidamente a una polémica más profunda.
Estándares que excluyen
Si bien la preferencia por la altura no es nueva —estudios en apps como Bumble y OkCupid muestran que muchas usuarias filtran por encima del 1,80 m—, lo que antes era un sesgo personal ahora se transformó en una herramienta sistematizada y validada por el algoritmo. Y eso tiene consecuencias.
Para buena parte de la comunidad digital, el nuevo filtro no solo cristaliza estereotipos de belleza, sino que refuerza desigualdades. Las redes sociales se llenaron de cuestionamientos: ¿hasta qué punto es legítimo “elegir” con base en criterios físicos? ¿No termina eso alimentando una cultura donde lo diverso queda automáticamente fuera de juego?
Además, se planteó una alerta adicional: al ofrecer esta función solo en las versiones pagas, Tinder estaría dejando este tipo de segmentación en manos de un perfil muy específico de usuario —mayormente masculino y con poder adquisitivo— lo cual, según expertas en género y plataformas, podría alterar el equilibrio natural de la interacción en la app.
¿Filtrar o excluir?
Desde Match Group, la empresa matriz que también gestiona apps como Hinge y OkCupid, respondieron que su intención no es excluir a nadie, sino permitir que cada usuario tenga más control sobre su experiencia. Sin embargo, esta personalización extrema trae un efecto colateral: cuando todo se filtra y se mide, el margen para lo imprevisto —la química, el encuentro genuino— se reduce.
El sociólogo digital Alejandro Piscitelli ya advertía que la hipersegmentación en entornos digitales puede convertir la experiencia humana del vínculo en un cruce de datos. “Si el algoritmo solo te muestra lo que pedís, perdés la posibilidad de sorprenderte”, señaló en una charla reciente.
¿Un negocio en crisis?
Detrás de esta nueva función también hay una razón económica: Match Group viene de una caída del 5% en suscriptores pagos y busca recuperar terreno con mejoras orientadas al control y la personalización. Pero la pregunta es si esta estrategia no terminará siendo contraproducente.
En tiempos donde las conversaciones sobre diversidad, inclusión y representación están en el centro del debate social, cada cambio tecnológico en plataformas con millones de usuarios tiene un impacto cultural. Y en este caso, la discusión no es solo sobre estatura, sino sobre cómo elegimos y a quién dejamos afuera en ese proceso.