En abril de 2025, el exoplaneta K2-18b volvió a poner en el centro de la escena a la eterna pregunta: ¿estamos solos en el universo? Un equipo de científicos detectó moléculas orgánicas en su atmósfera —DMS y DMDS— que en la Tierra están fuertemente asociadas a la actividad biológica. La noticia generó un revuelo inmediato en la comunidad científica internacional.
Sin embargo, como suele ocurrir en ciencia, los hallazgos fueron puestos a prueba por otros grupos de investigación. Aunque el entusiasmo inicial fue enorme, nuevos análisis cuestionan la solidez de los datos y piden cautela frente a afirmaciones de este calibre.
Luces y sombras en un descubrimiento extraordinario
El equipo liderado por el astrónomo Nikku Madhusudhan, de la Universidad de Cambridge, había presentado a K2-18b como un candidato excepcional para albergar vida, basándose en observaciones del telescopio espacial James Webb. Pero otros científicos —como los investigadores Luis Welbanks, Rafael Luque y Michael Zhang— detectaron ruido estadístico, posibles errores en la interpretación de las señales y condiciones atmosféricas que podrían explicar la presencia de las moléculas sin recurrir a la existencia de vida.
“El hallazgo fue emocionante, pero levantó varias banderas rojas”, advirtió Welbanks. Zhang, por su parte, remarcó que el ruido instrumental del Webb y la complejidad para identificar compuestos como el DMS introducen muchas incertidumbres.
Ciencia en construcción
A pesar de las críticas, Madhusudhan se mantiene firme: reconoce que no hay una «detección sólida», pero sí una señal estadísticamente significativa que justifica más investigaciones. “Coincido con la necesidad de pruebas más fuertes”, aseguró, destacando que su equipo continúa realizando pruebas para confirmar o refinar sus resultados.
El debate es un ejemplo claro de cómo funciona el conocimiento científico: no por revelaciones instantáneas, sino por acumulación de evidencias, revisiones cruzadas y consensos multidisciplinarios.
¿Qué significa todo esto?
K2-18b no ha confirmado vida. Pero tampoco ha sido descartado. El planeta, a 120 años luz de la Tierra, se mantiene como uno de los candidatos más interesantes en la búsqueda de biofirmas fuera del sistema solar.
La comunidad científica continúa observando, debatiendo y ajustando sus modelos. Y si bien el tan esperado «momento eureka» puede no llegar pronto, lo cierto es que cada dato, cada discrepancia y cada paso adelante nos acerca un poco más a la respuesta.