El glioma difuso es uno de los tumores cerebrales más agresivos y difíciles de tratar. Su avance rápido y sus manifestaciones poco específicas hacen que, en muchas ocasiones, el diagnóstico se retrase, lo que limita las opciones terapéuticas y empeora el pronóstico.
Este tipo de cáncer afecta principalmente a niños y adultos jóvenes. Suele originarse en el tronco encefálico, el tálamo o la médula espinal, y su característica más desafiante es su crecimiento difuso: las células tumorales se extienden entre los tejidos sanos del sistema nervioso central, complicando su eliminación mediante cirugía.
Los síntomas iniciales pueden confundirse con dolencias menores, como una contractura cervical, un simple dolor de cuello o una lumbalgia persistente. Con el tiempo, la enfermedad progresa y aparecen signos más severos: convulsiones, problemas de memoria, alteraciones del lenguaje, cambios de personalidad, fatiga intensa y debilidad muscular o parálisis.
Un caso que visibilizó esta patología fue el de Michael Bolton, el cantante estadounidense, quien a principios de este año comunicó públicamente su diagnóstico. También se conoció la historia de Belén Domínguez, una influencer española que falleció a los 31 años tras luchar contra un glioma difuso de línea media que comenzó con un dolor cervical que se extendió al brazo y provocó pérdida de fuerza muscular.
Desde el punto de vista oncológico, este tumor pertenece al grupo de los astrocitomas, originados en los astrocitos, unas células con forma de estrella que cumplen funciones clave en el encéfalo y la médula espinal. La agresividad del glioma difuso de línea media es tal que puede diseminarse a través del líquido cefalorraquídeo e invadir el tejido cerebral cercano en poco tiempo.
Especialistas subrayan que, ante síntomas persistentes de dolor, debilidad o cambios neurológicos sin explicación aparente, es fundamental consultar con un profesional para descartar esta y otras patologías graves.
