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A 31 años del atentado a la AMIA, el testimonio de una madre que sigue exigiendo justicia: “Los muertos también tienen derechos”

Sofía Guterman es la madre de Andrea, una joven maestra de 28 años que perdió la vida el 18 de julio de 1994 en el atentado contra la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), donde una bomba mató a 85 personas e hirió a decenas. A 31 años del ataque, Sofía continúa reclamando justicia en una causa donde aún no hay condenados: “Si eso no se da, será la ausencia definitiva de justicia”, advierte.

Andrea había perdido su empleo tras la privatización de Obras Sanitarias y ese día se acercó a la bolsa de trabajo que ofrecía la AMIA, ubicada en la calle Pasteur. A las 9:53, una explosión destruyó el edificio. Según la justicia argentina, el ataque fue cometido por Hezbollah, con apoyo y financiamiento del gobierno iraní de aquel momento.

Sofía recuerda con precisión los días previos al atentado. Andrea tenía pesadillas en las que alguien la mataba, aunque no podía verles el rostro. “Cuando el fiscal Nisman nos mostró a los autores materiales e intelectuales, íntimamente le dije a mi hija: ‘Acá están las caras que nunca habías visto, son ellos’”, cuenta.

En diálogo con Noticias Argentinas, Sofía explicó el camino doloroso que iniciaron los familiares tras la tragedia: “Tuvimos que aprender de leyes, de política, de cómo luchar por la justicia. Nada nos preparó para esto”. Desde entonces, recorre escuelas, universidades y espacios culturales con un objetivo: humanizar el número 85. “No son cifras, son personas con historias, sueños truncados, familias destruidas”, afirma.

Uno de los debates actuales es la posibilidad de un juicio en ausencia, una figura recientemente habilitada en la Argentina. La fiscalía busca juzgar y condenar a diez imputados sin su presencia física. Aunque Sofía apoya el avance, también expresa sus dudas: “Esperamos tantos años que se juzgue en nuestro país y con nuestras leyes… y no se pudo”.

En un relato conmovedor, recuerda cómo su hija fue sola ese lunes a la AMIA. El día anterior habían hablado por teléfono: Andrea le pidió que la acompañara, pero Sofía no pudo. “Eso me pesó durante mucho tiempo, igual que a un amigo que se la cruzó antes del atentado y no la acompañó a tomar algo. La culpa también fue parte de nuestro duelo”, relata.

Hoy, a más de tres décadas, Sofía observa con esperanza cómo las nuevas generaciones toman la posta en el reclamo. “Nosotros ya nos estamos yendo, pero los jóvenes siguen de pie. Entienden lo que fue y es AMIA. Y eso también es memoria y justicia”.

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