Naranjas, limones, mandarinas y pomelos no solo son protagonistas en la mesa por su sabor fresco y versátil, sino que también ocupan un lugar destacado en la nutrición gracias a sus múltiples beneficios comprobados científicamente. Incorporarlos a la dieta cotidiana puede generar cambios significativos en la salud general.
Especialistas coinciden en que los cítricos:
Fortalecen el sistema inmunológico y la piel. Su alto contenido de vitamina C favorece las defensas, mejora la absorción del hierro y estimula la producción de colágeno, indispensable para huesos, vasos sanguíneos y tejidos. Además, sus antioxidantes protegen a las células del estrés oxidativo.
Cuidan el corazón. Aportan fibra soluble y compuestos bioactivos —como flavonoides y carotenoides— que ayudan a reducir el colesterol LDL, controlar la presión arterial y prevenir la inflamación vascular.
Mejoran la digestión. La fibra presente en estas frutas favorece el tránsito intestinal, regula la digestión y genera saciedad.
Aportan minerales clave. Son una fuente de potasio, fundamental para la presión arterial y el equilibrio hídrico, además de folato y vitaminas del grupo B, esenciales para el metabolismo y el desarrollo celular.
Protegen contra enfermedades crónicas. Los fitoquímicos presentes en su pulpa y cáscara tienen acción antioxidante y antiinflamatoria, ayudando a disminuir el riesgo de patologías cardiovasculares y algunos tipos de cáncer.
Con una combinación única de nutrientes, los cítricos se consolidan como un pilar de la alimentación saludable y una herramienta natural de prevención frente a diversas enfermedades.